martes, 14 de mayo de 2013

15 MAYO. DÍA INTERNACIONAL DE LA FAMILIA


Responde ás seguintes cuestións:
1. Hai algunha similitude na forma de poñer os nomes en Grecia e hoxe en día? 
2. Como sería o teu nome se foses un grego antigo?
3. Que é o que se facía na Grecia antiga para lexitimar un fillo e que é o que se fai hoxe en día?
4. Que se fai cando nace un neno ou unha nena en Grecia?
5. Quen concertaba o matrimonio entre os gregos?
6. Que era o dote?
7. Que ritual se realizaba para evitar que a noiva regresase á casa?
8. Di varias palabras castelás coa raíz grega da palabra "matrimonio". 
9. Cal é o significado etimolóxico do apelido MacDonald?
10. Que semellanzas ves entre as vodas romanas e as vodas actuais?
11. Con que rito actual relacionas a lustratio
12. E a cerimonia celebrada ao chegar á maioría de idade?
13. Existe hoxe en día algo similar á bulla?
14. Escribe o teu nome seguindo o costume romano.
15. Compara a vida familiar da antiga Grecia e Roma coa actual (podes facelo en forma de cómic ou outro formato que elixas)





La familia en la Grecia clásica
El núcleo básico de la sociedad griega era la familia: el padre ostenta la autoridad sobre la mujer y los hijos.
El matrimonio
En época antigua, solía realizarse mediante compra o convenio entre las distintas tribus. 
Ya en época clásica, lo normal era que fuese concertado por las familias, para así perpetuar el linaje y la tradición familiar. Generalmente, la edad de la mujer era mucho menor que la del hombre y no eran infrecuentes los matrimonios dentro de la misma familia: entre primos o tío y sobrina. El esquema más común de todo este ceremonial era el siguiente:
  • Los esponsales. Consistía más o menos en la petición de mano. Para concertar la boda, el padre de la novia debía entregar, en un acto ante testigos, una dote al novio.
  • El primer día los novios celebraban la ablución o baño purificatorio. Ella, tras despedirse de sus juguetes, que entregaba en ofrenda a la diosa Ártemis, recibía un baño ritual en una fuente pública. En Atenas era famosa la fuente Calírroe (καλίρροη "la de bello chorro").
  • El segundo día se celebraba la ceremonia propiamente dicha, con un sacrificio a los dioses del cielo en casa del novio y la procesión de los desposados a la casa del marido. La novia iba en un carro. Detrás solía ir su madre con una antorcha encendida como símbolo de la continuidad del hogar. Los acompañantes entonaban cantos al dios Himeneo. Ya en el nuevo hogar, recibía el cortejo la madre del novio y daba a probar membrillo a la novia como símbolo del deseo de la perfecta unión y de fecundidad.
  • El tercer día se celebraba una fiesta con los amigos y los familiares  entregaban regalos a los recién casados.

NacimientoLas familias solían tener pocos hijos para no repartir el patrimonio, por tanto, era comúnmente aceptados el aborto y el abandono (la 'exposición') de niños recién nacidos. El acto del nacimiento iba acompañado de ciertas prácticas sociales: 
  • El anuncio. Cuando nacía un hijo deseado, si era niño, se colocaba a la puerta de la casa una corona de olivo, como expresión del deseo de los padres de que triunfara en la guerra, o de laurel si se deseaba que fuera célebre en los deportes o las artes. En caso de ser niña, lo colocado era una madeja de lana, como símbolo de sus funciones domésticas.
  • El reconocimiento del niño. En Atenas, esta decisión concernía a la voluntad del padre, quien tenía plena libertad para aceptar o rechazar al recién nacido. En Esparta, por el contrario, dependía de la decisión del Consejo de Ancianos, guiados por el criterio de su utilidad para la polis.
  • La exclusión. En caso de que el niño fuera rechazado como nuevo miembro de la familia, en Atenas el padre solía exponer al hijo en un lugar público con el fin de que pudiera ser recogido por quien tuviera interés, ya fuera por piedad, o ya porque quisiera adoptarlo como uno má de la familia o como esclavo. En Esparta, la solución podía ser a veces más drástica, pues el niño era abandonado en el monte Taigeto hasta su muerte.
  • El baño. Era costumbre en Atenas, nada más nacer el bebé, bañarlo en aceite para fortalecerlo. Este baño inicial, en Esparta, podía ser de alcohol, como prueba de su resistencia.
  • La amfidromía. Hacia el sexto día después del nacimiento, se celebraba una ceremonia de purificación, τὰ ἀμφιδρόμια, mediante la cual el padre aceptaba al niño en el hogar.
  • El nombre. Hacia el décimo día se le imponía un nombre. Normalmente el niño recibía el nombre del abuelo paterno y para distinguirlo de otras personas que pudieran tener el mismo nombre luego se añadía el nombre del padre en caso genitivo o el patronímico. En Atenas, para mayor precisión aún, se añadía también el nombre deldemos al que pertenecía: ὁ Σωκράτης Σωφρονίσκου Ἀλώπηκος.
Niños y niñas permanecían con la madre en el gineceo hasta los siete años. Se han encontrado juguetes con los que se entretenían. A partir de esa edad los niños iban a la escuela.

La vida privada de la familia romana

Mujer RomanaEntre los romanos, como entre los griegos, eran los padres de familia quienes decidían si aceptaban o no al recién nacido. La señal de aceptación la daba el padre cuando lo levantaba del suelo donde lo había dejado la matrona: el padre lo tomaba o acogía (tollere) con tal acto. Si por el contrario no lo aceptaba, el hijo era expuesto, es decir, era dejado en algún basurero público o en algún domicilio; en tal caso los recién nacidos o bien morían, o bien eran recogidos por tratantes de esclavos que lo alimentarían para posteriormente venderlo.
Romanos y griegos sabían que ni egipcios, ni germanos, ni judíos exponían a sus hijos, sino que los criaban a todos. Los criterios usados para abandonar a los recién nacidos (niños expósitos) eran diversos: a los malformados se los exponía siempre, los pobres los exponían por no tener con qué alimentarlos; la clase media prefería tener menos hijos para poder educarlos mejor. En el campesinado de las provincias orientales, la familia que había llegado a un máximo tolerable de hijos regalaba los sobrantes a otras familias que los aceptaban gustosos (más trabajadores para la familia); aquellos hijos regalados eran llamados threptoi (tomados a cargo). Pero incluso los ricos llegaban a no desear un hijo, frecuentemente por cuestiones legales de testamento. Los niños expuestos rara vez sobrevivían: los ricos no lo querían ver más mientras que los pobres guardaban algunas esperanzas de que el niño fuese acogido.
En Roma “pesaba más el nombre que la sangre”; los bastardos tomaban el nombre de su madre, y es conocido el hecho de que aquellos hijos no reconocidos nunca llegaron a la política o a la aristocracia, mientras que los libertos (esclavos liberados por el amo) y sus hijos llegaron incluso hasta el senado, porque los libertos tomaban el nombre de familia del amo que los había liberado, lo mismo que los adoptados.El abandono de los recién nacidos era también un gesto de protesta por parte del marido, en caso de sospecha de adulterio femenino, como también por parte del pueblo frente a los Dioses: “un rumor corrió en cierta ocasión entre la plebe: el senado, habiendo sabido por los adivinos que en aquel año iba a nacer un rey, se proponía obligar al pueblo a abandonar a todos los niños que nacieran durante el período en cuestión. ¿Cómo no pensar en la matanza de los inocentes (que probablemente es un hecho auténtico y no una leyenda)?”. Por otra parte, no se permitía la presencia masculina en los partos.
Los Romanos eran algo escrupulosos con respecto al sexo; hay una vasija que representa a una pareja teniendo sexo y un esclavo trayéndoles el agua para la higiene. La anticoncepción era frecuente en Roma, en donde según estimaciones el número promedio de hijos era de tres. Sin embargo no diferenciaban entre anticoncepción y aborto. Los métodos más usados eran el lavado después del acto y el uso de espermicidas; no hay alusión al coitus interruptus. Hubo una doctrina que no influyó mucho de un tal Soranos, que afirmaba que la mujer concebía exactamente antes o después de la regla (se mantuvo desconocida y esotérica).
La ley romana otorgaba a las madres de tres hijos un privilegio por haber cumplido con su deber. Los textos hablan de madres de tres hijos con particular frecuencia. Pero no fue así durante todo el imperio, el número de hijos dependía de la época, pues con la llegada de los cristianos y estóicos el número aumentó; Marco Aurelio tuvo nueve hijos; Cornelia, madre de los Gracos, doce.
Nodriza y pedagogoLos niños de las familias acomodadas eran desde muy pequeños entregados a los cuidados de una nodriza y un pedagogo, encargados de su buena educación y alimentación (nutritor, tropheus). Cuando un joven se casaba, su madre y la nodriza iban la noche de bodas a darle los últimos consejos. El niño y el joven andaba todo el día con ellos (nodriza y preceptor), y sólo en la noche cenaba y veía a sus padres. (Anécdota: Nerón tendrá por cómplice en el asesinato de su madre a su preceptor, y su nodriza fue la única que lo consoló cuando todos lo empujaban a la muerte).
Los dos personajes que acompañan al niño romano son como una segunda familia; en las buenas casas, o en las más adineradas, mandaban a dicha pequeña familia (niño, nodriza y pedagogo) al campo, a cargo de una señora madura, muchas veces severa, que disponía de la educación y de las distracciones de los hijos de la familia: César y Augusto fueron educados así. Vespasiano fue educado por su abuela paterna. Sin embargo, en la práctica, los chicuelos eran bastante atrevidos. Se pensaba en Roma que la verdadera moralidad era la resistencia al vicio no tanto como el amor a la virtud. La distancia entre padre e hijos era enorme y a éste debían dirigirse siempre como señor (domine).
La adopción de hijos era también un fenómeno frecuente en Roma, porque era útil; lo más importante para un Romano era la prolongación en el tiempo del nombre de familia; así, los viudos sin hijos solían adoptar hijos para prolongar su nombre. El caso más famoso de adopción es el de Octavio Augusto (emperador) quien fuera adoptado por César, haciéndolo hijo y heredero.
Las nodrizas eran quienes enseñaban a hablar a los niños; en las casas acomodadas solían ser griegas, para que los nenes aprendiesen la lengua de la cultura. Los criadores o pedagogos enseñaban a los niños a leer. La escritura, aunque era clara señal de nobleza, no era un privilegio exclusivo de la clase pudiente, pues se ha descubierto en diversos papeles que la plebe sabía leer y escribir y que circulaban escritos literarios que llegaban hasta los puntos más alejados del imperio, no necesariamente grandes ciudades sino también pequeños villorrios. Los preceptores particulares enseñaban a la niñez pudiente pero no era aquella la única forma de educación: habían escuelas hasta en las más pequeñas aldeas, con clases por las mañanas y vacaciones anuales, donde se enseñaba lo básico.
Gran parte de los niños romanos fueron a las escuelas (hasta los doce años); las escuelas eran mixtas. A los doce años los niños se separaban, y solo los varones de las familias adineradas proseguían los estudios, bajo la tutela de un gramático: autores clásicos y estudio de la mitología; las niñas entre los 12 y 14 años eran consideradas en edad núbil: podían ser ya prometidas a varones de otras familias, y a los 14 eran ya consideradas como señoras (domina, kyria), a esa edad se casaban, y desde entonces se dedicaban solo a embellecerse o a trabajar en la rueca, las aristócratas claro. Su futura educación dependería del marido, quien decidía acerca del desarrollo de su saber.
Los estudios del varón no se hacían con fines utilitarios sino más bien por la apariencia (prestigio) enfocándola más que todo en la retórica. En las zonas griegas del imperio la educación era diferente, ya que conservó su ancestral sistema de enseñanza: primero porque era pública, se hacía en gimnasios abiertos para todo el mundo; segundo porque el enfoque estaba puesto tenazmente en el deporte, que ocupaba más de la mitad del tiempo de los chicos; y finalmente porque la educación griega se prolongaba hasta los 16 o incluso los 18 años de edad, en que el joven era todavía considerado como un efebo. La historia, filosofía y literatura se enseñaban en los rincones mismos de los gimnasios. Aún hay una cuarta diferencia: todos los preceptores romanos (que frecuentemente eran griegos) enseñaban griego a sus pupilos, pues era la lengua de la cultura y de las ciencias, mientras que en Grecia ignoraban el latín y no lo tomaban muy en serio, ignoraban incluso a Cicerón o a Virgilio; solamente después de largo tiempo, a finales de la antigüedad, aprenderían estos latín, “para llevar a cabo una carrera jurídica en la administración imperial”.
Terminada la educación el joven romano aristócrata tenía dos caminos: el ejército o la administración pública; los más pudientes optaban por la segunda vía, siendo frecuente ver a chicos de 16 o 18 años ocupando el cargo de oficiales o sacerdotes del estado o de oradores del foro. Como dijimos, la retórica era muy apreciada: un buen orador tenía siempre más popularidad o fama que cualquier poeta (la oralidad era más tomada en cuenta que la escritura). Pero la retórica siempre se ocupó de temas fáciles que atañían sobretodo a las relaciones sociales mucho más que a la naturaleza o la psique (temas preferidos por los griegos). Por otra parte, no había mayoría de edad legal; simplemente el padre decidía cuando cambiar de ropas (ponerle la toga) y afeitar a su hijo, tratándolos o de púberes o de impúberes. Con respecto a las ropas, era común poner fajas a los niños de manera tal que no creciesen deformes.
En cuanto a la sexualidad, la virginidad de las mujeres era considerada “sacrosanta”; los varones en cambio, debían conquistar a una sirvienta, o ir a Suburra, barrio de mala fama de Roma, o dejarse espabilar por una dama de alta sociedad. Existía algo así como una organización de jóvenes (collegia iuvenum) que gozaba de particulares derechos; se reunían los jóvenes a practicar la esgrima, andar en carros, pelear, pero también salían frecuentemente a saquear las tiendas (siendo jóvenes más bien adinerados), molestar a los burgueses y violar casas de mujeres con mala reputación, sin que nadie se los impidiese, frecuentemente por las noches; era una suerte de privilegios de los que gozó también Nerón.
Sin embargo, todas esas “aventuras” de juventud terminaban con el matrimonio, donde el joven se veía separado de su pandilla. Así fue la primera moral romana, hasta el siglo II d.C. en que se cambiaron las costumbres, al menos en teoría, empezando a alabar las costumbres puritanas (o higiénicas), apoyados tales cambios por sabios como Tácito, quien decía que los “buenos salvajes (germanos) sólo conocen el amor tardíamente, de manera que sus fuerzas juveniles no se agotan”, o como Marco Aurelio, emperador y filósofo, quien se felicitaba de “haber salvaguardado la flor de su juventud, de no haber ejercitado precozmente su virilidad, e incluso de haber retrasado el momento con creces”, ni de haber tocado a su esclavo Theodotos ni a su sirvienta Benedicta.
Por otra parte, en vistas de las pandillas, “el haberse casado joven era señal de honestidad”. Hubo también un cambio legal con respecto a los jóvenes: la prohibición de otorgar créditos a menores de 25 años, porque antes les eran otorgados según las fortunas de sus padres y se lo gastaban todo y más, antes de tiempo.
Existía una ley romana por la que los griegos siempre sintieron curiosidad: cualquier hombre, cualquiera sea su edad o su estado civil, permanecía bajo la autoridad del padre y no se convertía en un romano con todos los derechos (padre de familia) hasta el fallecimiento del padre. Así, un huérfano de padre, disponía de su herencia y de todos sus derechos; pero el padre disponía incluso de la vida de sus hijos (ya crecidos), era su juez natural. Frecuentemente, el padre entregaba a su hijo un cierto capital (peculio) del cual podía disponer.
“Psicológicamente, la situación de un adulto cuyo padre viva resulta insoportable; no puede mover un dedo sin el consentimiento paterno, ni cerrar un contrato, ni liberar a un esclavo, ni testar. Solo es dueño, a título precario, de su peculio, exactamente igual que un esclavo”. Tampoco podía el hijo hacer carrera sin el consentimiento del padre; de hecho, para ocupar un cargo público por lo general había que desembolsar una buena cantidad de dinero; por eso era un solo hijo a quien alentaban para ocupar tales cargos. No existía el derecho de primogenitura pero la costumbre “aleccionaba a los más jóvenes a inclinarse ante la prioridad del mayor”.
Por lo anteriormente mencionado, el parricidio era relativamente frecuente. Durante las guerras civiles, los hijos y los esclavos solían cometer deslealtades para terminar con la vida del padre. La hija que quedaba huérfana tenía ciertos privilegios (siempre y cuando no tuviera un tío), pudiendo decidir de su herencia e incluso decidir con quien casarse.
La lectura del testamento era un acontecimiento muy importante y esperado, pues con aquel se conocían las inclinaciones u odios del padre. Era tan importante que incluso algunos lo leían antes, en un banquete, para conquistar simpatías.
En la Italia romana, más o menos en el año 0, habían cinco o seis millones de ciudadanos libres y uno o dos millones de esclavos (trabajadores domésticos o peones agrícolas). La población estaba distribuida en centenares de pequeños pueblos agrupados entorno a ciudades con monumentos y residencias particulares (domus). No se sabe mucho de los esclavos pero el matrimonio les estaba prohibido (y por lo tanto también la familia), viviendo en perpetua promiscuidad sexual, la cual algunos poetas la calificaban como el verdadero paraíso. Solo a los esclavos del emperador les estaba permitido tener concubinas

La familia romana y sus libertos

Patrono RomanoLa organización social de los romanos fue siempre tremendamente patriarcal y familiar. La familia era un pequeño país donde el padre era el gobernante, con derechos establecidos sobre sus integrantes y responsabilidad legal por ellos ante la sociedad. Desde un principio Roma se había organizado en gens, en manzanas donde vivían gentes unidas por un mismo apellido; vivían en familia, pero en familia directa, con un solo padre, con una sola autoridad, y en régimen monogámico. El patriarca se encargaba por las mañanas de repartir las tareas domésticas a los esclavos y de atender a su contador que le traía las cuentas del negocio todas las mañanas. Elpadre era sobretodo el dueño del patrimonio, tenía claros derechos de autoridad sobre las mujeres (esposa, hijas), los hijos y los esclavos, pero también era el representante legal ante los actos de los hijos. Si un hijo cometía delito, también el padre era culpable. El padre era también juez, pues resolvía litigios al interior de su pequeño reino. En las familias nobles el padre no veía a los hijos sino hasta la noche, por eso el cristianismo y su amor filial para con el padre “debió producirles a los paganos el efecto de una intimidad un poco repugnante y de una humildad servil; tenía que parecerles algo plebeyo”.
Los hombres libres de familias acomodadas no andaban casi nunca solos, no se vestían ni se calzaban nunca ellos mismos sino que lo hacían por ellos los esclavos (lo que si hacían solos era lavarse los dientes). Ni siquiera en la alcoba conyugal estaban solos, había siempre a mano un esclavo, durmiendo frecuentemente detrás de la puerta. Las damas debían salir de casa siempre en compañía: una señorita de compañía (comites) y un caballero de servicio (custos), aunque sus salidas eran poco frecuentes y las más conservadoras salían semiveladas. Tampoco los jóvenes debían salir sin un custodio. Por eso las pequeñas citas entre amantes eran muy difíciles de lograr, programándolas casi siempre con algún amigo que prestase su casa o alquilando el cuartucho de un sacristán, obligado a mantener reserva. Los esclavos se enteraban de todo, y las noticias volaban de casa en casa.

Las
 jovencitas, en cambio, debían mantenerse vírgenes, o al menos, llevar sus relaciones en el más estricto secreto. El concubinato era aceptado, en un principio considerándolo como un término peyorativo pero con el tiempo como algo normal u “honorable”; tenía incluso bien determinados sus aspectos jurídicos. El concubinato debía asemejarse lo más posible al matrimonio, los hijos de una pareja de concubinos eran considerados ilegítimos y no tenían derecho a la herencia paterna, más si a la materna. La concubina debía ser una mujer libre (viuda (vidua) o divorciada) puesto que los esclavos no tenían derecho a casarse. En teoría, el hombre debía tener una sola mujer, su esposa o la concubina, no tenía derecho a tener más, o a vivir con más de una, tan sólo el emperador tenía ese derecho, divirtiéndose en un harem de concubinas esclavas. Aquello no impedía que el patriarca se aventurase o tentase con alguna esclava o secretamente con alguna mujer libre.En cuanto a las señoras romanas, sabido es que se casaban poseyendo una dote, que no siempre pasaba en manos del marido, quien en cierta forma, cargaba también una dote toda su vida (su testamento). La tradición romana estipulaba que una mujer que se separaba del marido regresaba con el padre, pues la hija era algo así como un préstamo del padre al yerno. Las habían fidelísimas a su marido, a quien seguían al exilio e incluso al suicidio, y otras que tomaban a cargo todas las labores del padre de manera muy eficiente, y finalmente, algunas que se casaban con una fortuna mayor a la del marido, y que solían rechazar su autoridad. Las mujeres libres eran frecuentemente ociosas, muchas pasaban el día hilando en el huso, pero unas pocas ayudaban al marido sobretodo en lo contingente a la contabilidad del hogar. Un personaje típico de la romanidad, por levantar siempre abundantes comentarios, era el de la viuda; aquella era sumamente codiciada y casi siempre tenía una corte de pretendientes; era considerada “irresistible” por no tener amo alguno, y por tener en su poder toda la herencia. Podía tranquilamente volver a casarse con quien quisiera, e incluso el concubinato era tolerado, siempre y cuando existiese una promesa explícita de matrimonio.
El privilegio de acostarse con las esclavas no era solamente del emperador, si no de todo ciudadano libre en posesión de esclavas (pero no podía convivir con ellas), lo cual representaba en un principio un dolor de cabeza para las esposas, aunque también es sabido que las mujeres hacían de las suyas con los pajes. Era frecuente entonces que los padres tuviesen hijos entre sus esclavos, pero era estrictamente prohibido por el derecho que aquel tratase de averiguarlo  o que anduviese diciendo por ahí que era su hijo, aunque si podía liberar a los esclavos que el quisiera sin señalar ningún motivo aparente para tal decisión. Tampoco podía adoptarlo, al menos legalmente. También es cierto que existía la costumbre de sentar a la mesa o mimar a pequeñuelos, esclavos o expósitos, y de hacer cumplir sus caprichos, o incluso de educarlos y criarlos (alumnus, threptus), a veces con una educación liberal, reservada para los hombres libres. De modo que el padre podía siempre beneficiar a su bastardo, aunque no lo hiciera “legalmente”, estimulando por consiguiente el apetito y la disposición de las esclavas por sus amos.
Tener favoritos (delicium) era considerado un pecado menor, algunos llegaban a tener un pequeño batallón de “pajes” (paedagogium) que seguían al señor en su silla en un cortejo. Los favoritos eran por lo general coperos, llenaban las copas del amo, a la manera de Gamínedes con Júpiter. Pero eran frecuentemente favoritos tan solo hasta que dejaban de crecer, cuando el amo hacía cortar sus largas cabelleras, bajo la mirada aliviada del ama de casa, frecuentemente celosa del favorito, a quien no permitía que besase sus manos. Algunos conservaban a sus favoritos ya adultos (exoletus), lo cual era considerado una infamia.
Los niños esclavos eran considerados frecuentemente como juguetes, pues en ese tiempo los juguetes de los niños eran animales (aves, perros, conejos (para las niñas)), aunque también existían casos de verdadero afecto. Los niños y adolescentes esclavos favoritos eran liberados, teniendo casi en todo los mismos derechos que los nacidos libres (joyas, cortejos, vestidos de príncipe), salvo en el atuendo característico (praetexta) de los nacidos libres.
Los esclavos liberados, los libertos, solo llegaban a serlo por medio del amo, y eran tres las contingencias para que el amo llegase a tomar tal decisión, además del afecto por un favorito. Podía concederle la libertad a un moribundo o un esclavo viejo, principalmente para que tuviese una sepultura digna. Podía liberar a un grupo escogido de esclavos antes de que él mismo muriese, otorgándoles la libertad en su testamento. O, por último, por motivos económicos, cuando el amo entregaba en manos de un esclavo uno de sus negocios, debiendo el esclavo pagar su libertad con su trabajo (operae libertorium). Sin embargo el tesorero de un amo o del estado no podría tener jamás su libertad, debido principalmente a que debía conservarse la posibilidad de azotarlo en caso de fraude o desfalco. El liberto no tenía ya amo sino un patrono, a quien la tradición obligaba a hacerle la corte (obsequium). Los libertos nunca llegaron a formar una clase social, sobretodo porque los hijos de los libertos eran considerados libres, nacían libres. Sin embargo se sabe que la esclavitud solía ofrecer mayores esperanzas que la que podría haber tenido un hombre libre pero pobre, sobretodo porque el liberto recibía su libertad con algún dinero o con una pensión (alimenta). Por tal motivo, los libertos eran casi todos comerciantes o artesanos, y era bastante frecuente que llegasen a ser más ricos que los propios amos o que cualquier noble. De hecho, muchos senadores romanos fueron nietos de un liberto. Pero tal condición de nuevos nobles, y su constante imitación de las costumbres de los nacidos libres, provocaba el enojo del pueblo, que veía en ellos solo fanfárrea y vulgar ostentación. Además, se reconocía enseguida a un liberto debido a su escasa cultura, pues como esclavos no recibieron educación; los libertos no podían salir del estado (provincia) donde nacieron. Por último, era frecuente entre los libertos que a su vez trataran de liberar a sus familiares por medio de rescates, es decir, de compras, con las cuales adquirían a sus familiares como esclavos para después liberarlos. Otro aspecto importante es que los libertos tomaban el nombre de familia de su patrono (antiguo amo), pues era característica de los esclavos el tener solamente un nombre.
En las casas de los hombres libres se producía un rito matinal característico de la romanidad: se trata de la salutatio, una especie de cortejo que se le hace al dueño de casa todas las mañanas; sus libertos y su clientela deben ir a la hora en que cantan los gallos a saludar al patrono, deben rendirle visita. Hacían colas sobretodo ante los poderosos. Si bien no era obligación del liberto rendir visita al patrono, de todas maneras lo hacían, al menos dos veces al día, y no de muy buena gana. La clientela era en la época algo así como un círculo de conocidos que habían declarado públicamente ser clientes (amico) de tal o cual padre de familia; ser cliente representaba cierta ventaja pues significaba pertenecer al mundo del dueño de casa y tener acceso a favores o incluso dinero. Existían cuatro tipos de clientes: los que aspiraban a hacer una carrera pública y contaban con la protección de su patrono (muy parecido a un padrino); los hombres de negocios que al ser clientes eran favorecidos económicamente, movidos claro está, por intereses particulares; los artistas, frecuentemente griegos, mantenidos económicamente por el patrono (mecenas); y finalmente, hombres tan o más ricos que el visitado, que sencillamente buscaban integrarse a su círculo de amistades (clientela). Era frecuente en Roma presentarse como Perico, cliente (amico) de los Palotes. Se hacía cola en hábito de ceremonia (toga), en la antecámara de la casa, ingresando cada cual según un estricto orden jerárquico de acuerdo a la escala social; a cada cliente el padre de familia ofrecía un propina (sportula), que permitía a los más pobres comer durante ese día.
Dichas grandes familias influyentes, con autoridad sobre clientes y libertos, formaba parte de la clase gobernante. La política entre los romanos no era una especialidad sino un derecho propio de los grandes padres de familia, o una especie de “derecho natural”, tal y como los animales superiores dominan o gobiernan a los inferiores. Así, el pueblo estaba enterado de los intereses del Imperio por medio de los grandes padres, a quienes visitaban periódicamente. Es decir, la clase gobernante, las familias ricas e influyentes, estaban todas en contacto directo con sectores de la sociedad, formando parte o del senado (nobles y notables) o asistiendo a las asambleas a título honorífico, por tener un nombre “ilustre”. Los patronos o notables organizaban con frecuencia banquetes para el pueblo, organizados en colegios (collegia) cuya finalidad era la comensalidad, con dinero del patrono y menú elegido por él mismo. Pero el título de notable o de patrono, otorgado en una carta solemne por la ciudad, no era simplemente honorífico sino también efectivo, pues aquellos, los nobles, beneficiaban de múltiples formas a la comunidad (reparación de edificios públicos, hacer donaciones al tesoro de la ciudad) o le rendían algunos servicios, sobretodo políticos. Por eso, los hombres ilustres de la romanidad no salían nunca de casa sin algún cortejo, y eran siempre adulados por su clientela.
El imperio Romano era el reino de la clientela, de las influencias, de la pompa, del fetichismo simbólico vital. Por el contrario, en Grecia, los nobles no salían con ningún cortejo y el carácter de éstos para con el pueblo era más bien marcadamente despreciativo, como si el pueblo siempre oliese mal. Incluso, algunos nobles gustaban tiranizar sus respectivas ciudades. Los libertos no tenían ninguna preponderancia y más bien formaban parte de la muchedumbre, de los ciudadanos de segunda categoría. El gusto por los “símbolos” estaba arraigado entre los griegos de una manera diferente, no se ostentaba la riqueza sino la intelectualidad; los romanos adquirieron a su manera tal afición (la ambición por los “símbolos” ha sido denominada entre los modernos como “euergetismo”).

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